Dunky
Recuerdo que era una tarde de sábado, cuando vino nuestra hija pequeña a casa loca de contenta porque había visto a un perro «precioso». Mamá que la acompañaba al centro comercial donde se exponía para la venta el perrito, también me lo confirmó pero me dijo también la palabra «raro».
Esa noche mi hija no pegó ojo, ni pudimos los demás tampoco: «Papá tienes que venir a verlo, yo quiero un perrito como ese», repetía continuamente. El perrito de peluche que andaba con pilas, aunque ella con su imaginación le daba vida propia, y que le habíamos regalado para Reyes, ya no le valía porque ahora quería uno de verdad.
Y así fueron pasando los días, intentamos quitarle de la cabeza esa obsesión, pero todo fue inútil, y al final pasó lo que tenía que pasar: Una mañana de un día cualquiera al llegar del colegio, les teníamos preparada esa sorpresa.La verdad es que fue un flechazo a primera vista para todos, un Sharpei arrugado como una pasa, con cara de enfurruñado y con aires de no querer saber nada, había entrado en nuestras vidas. Desde el primer día notamos que se trataba de un perro distinto a todos los que habíamos visto anteriormente, no solo por su aspecto, sino sobre todo por su carácter, la paciencia que mostraba, sus andares altivos, su mirada, la finura en las formas incluso en los andares: Era capaz de coger con la punta de sus dientes un grano de arroz que le habíamos dado con la yema de los dedos, y no rozarte la piel y muchos menos dañarte; la nobleza de su temperamento, bueno con algunos congéneres como que no iba a haber química nunca, no así con los humanos.
Ese eras tú querido Dunky, el que podía esperar detrás de la puerta una eternidad porque nos había ocurrido algún imprevisto y no llegábamos a tiempo a casa, pero tú aguantabas tus necesidades y tus ganas de comer sin quejarte, tu dignidad oriental y tu paciencia eran notables. Y nos recibías luego como siempre, sin grandes alharacas de verdad, solo lo justo: Un movimiento de cola, un acercamiento a los pies, una pequeña caricia, …, que supiéramos que estabas contento, pero que tenías cosas imperiosas que hacer y no podían esperar más, y todo eso con la nobleza y el cariño que nos brindaste siempre.
Me quiero despedir de ti, diciéndote que durante tus casi 11 años de vida con nosotros donde creciste junto a nuestros hijos, fueron inolvidables y lo llevaremos siempre en nuestro corazón. Es imposible olvidarte porque tú eras un perro distinto, todo un personaje que dejaba huella allá por donde iba, … ¡ah!, se me olvidaba decirte que adoptamos dos mascotas mestizas, que hubieran hecho muy buenas migas contigo, la verdad es que son un poco gamberros pero tú les hubieses enseñado buenos modales, seguro.
Querido y entrañable Dunky, ya hace algún tiempo que nos dejaste, estés donde estés, siempre te llevaremos con nosotros porque fue mucho lo que nos diste y nos enseñaste. Siempre estarás presente en nuestros pensamientos y en nuestros corazones.
- CLIENT Dunky
- AÑO 1998-2008
- WE DID Familia Lora
- COLABORA Shar Pei
- CATEGORIA Memoriales